"La única diferencia entre un sueño y una pesadilla, es el tamaño de tus huevos, mamón." - Wanted.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Razón VS Corazón

Hoy voy a hablar del corazón...


Los seres humanos poseemos, en lo más profundo de nuestro ser, ese bendito castigo llamado sentimientos. Gozamos de ellos cuando nos traen sonrisas, y los maldecimos cuando convierten nuestro corazón en finas tiras de desesperación que recorren nuestras mejillas en forma de lágrimas.

Nos traen amor, dolor, rabia, alegría y tristeza. Llenan nuestro día a día haciéndonos tomar decisiones no siempre acertadas. Hacen del mundo un lugar dónde, queramos o no, tendremos que interactuar con los sentimientos de otras personas. A veces para bien. A veces para mal.


Intentamos siempre salvaguardar nuestro corazón para no sufrir por sentimientos ajenos a nuestra propia voluntad, intentamos guiarnos por la razón, y pensar en aquellas consecuencias que podría conllevar el dejarse llevar por dicho corazón. Pero la razón... ¿Puede la razón ser más poderosa que los instintos más primarios de un ser humano?

Aquello que no podemos evitar, aquello que se nos escapa de las manos y nos inunda hasta llenar el más ínfimo y recóndito lugar de nuestro ser, aquello que nos desborda. ¿Puede la razón luchar contra ello? Hablo por supuesto del deseo más profundo, de la necesidad más absoluta de poseer a otra persona.


Hubo un tiempo en que sufrí la debilidad de mi razón. Ésta se escapó entre las rejas que la aprisionaban y me mantenían serena y marchó rauda hacia el más lejano escondite que pudo encontrar. Desde ahí, me miraba sonriente, como retándome a que fuera más inteligente que ella. Puso unas piedras en mi camino que yo debía esquivar si quería recuperarla, y en cada piedra un nuevo veneno que recorría mis venas infectándome con deseos egoístas de poseer a alguien que no era culpable de mi locura.


Fue un viaje extraño, el veneno que destrozó parte de mi vida se marcó a fuego en mi piel y formó dentro de mí otra perspectiva con la que vislumbrar lo que podía ser una salida. El dolor que guardaba en mi interior fue poco a poco arrancando pedazos de mí para salir al exterior, hacerse visible ante mis ojos y mostrarme unas heridas que hasta entonces no había podido comprender.

La razón me miraba fijamente, esperando cuál sería mi próximo movimiento...


Cuál fue su sorpresa cuando, tras haber secado mis lágrimas, le devolví la mirada y sonreí. Sabía cómo salir de ahí. Todas las piedras que yacían ante mí vieron como, en un arrebato de pasión, alzaba los brazos en alto y gritaba con fervor. Un grito desgarrador que habría helado el más dulce de los corazones. Un estallido que marcaba el fin de mi esclavitud. Por fin había comprendido. Por fin había visto que no tenía por qué seguir un camino lleno de egoísmo y desesperación. Por fin... agarré con fuerza la rama del árbol de la comprensión que me tendía una mano y trepé. Trepé sin mirar atrás y allí encontré su sonrisa, agradecida por haber sido testigo de mi coraje.


Aún me dolían mis heridas, pero no ya de una forma en la que podían consumirme, si no demostrándome a cada pinchazo que había traspasado una frontera. Había conseguido recuperar mi razón sin necesidad de pasar por el último infierno que había tendido ante mí. Y allí, descansando entre las ramas, miré hacia el camino que había dejado tras de mí con algo de nostalgia. Me juré no olvidar jamás aquello por lo que había luchado, llorado y sangrado tanto, ya que me había convertido en alguien mejor.

En ese momento vi como la razón me sonreía esta vez sin maldad, y me mostraba lo que tanto había ansiado, un paisaje tranquilo y soleado dónde sólo habitaban la comprensión y el amor puro. Un amor sin deseos que me causaran dolor, sin egoísmo. Simplemente el recuerdo de lo que una vez sentí, y el orgullo de poder mirar hacia atrás sin sufrir, si no sonriendo por saber que gané el duelo al veneno que substituía a mi razón y que ahora ya no podía si no ver con rencor que mi corazón seguía intacto y con ganas de vivir.


Y es por ti, mi musa, dónde quiera que estés, por ese recuerdo que dejaste grabado en mi interior, que seguiré relatando lo que sucede en mi corazón. Porque sin el dolor que me causaste nunca podría haberte llegado a querer del modo en que ahora puedo afirmar que te quiero. Porque a veces intento imaginar cómo me sentía cuando te observaba, esa paz que recorría mi espíritu en el momento en que tu mirada se cruzaba con la mía, y sé... que eso seguirá dibujando una sonrisa en mis labios hasta el fin de mis días.


Es por eso que puedo afirmar que los sentimientos humanos son un “bendito castigo”, porque por muchas espinas que hayan atravesado mi corazón, siempre miraré con dulzura lo que han conseguido crear en mí. Y porque la razón... puede llegar a congeniar con dichos sentimientos de forma incluso más pacífica de lo que podamos creer. Ahora bien, ¿podéis ver los lazos que se han formado entre vuestra razón y vuestro corazón? ¿O aún vislumbráis piedras en vuestro camino?

Si es así, buscad la mano que os tiende aquel árbol perdido en medio de dónde menos lo esperáis, mirad en vuestro interior, y sonreíd con valor para ganar la batalla a lo que os ha podido dañar.